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Tash Sultana y el alma que se guarda en la música.

No hace mucho me sumergí en las presentaciones de NPR Music. Los solía dejar ahí, reproduciéndose uno tras otro sin siquiera fijarme quien era el artista invitado, ocasionalmente aparecían voces que me obligaban a asomarme a la ventana de Youtube, y una de esas voces fue la de Tash Sultana.



La joven, quien es nativa de alguna de las múltiples islas que conforman el extraño continente de Oceanía, tomó por primera vez entre sus manos una guitarra a la edad de 3 años y a partir de ahí nació su romance con la música, el cual mantiene con más de 10 instrumentos que han sido dominados de forma autodidacta y que mezcla en el momento y a pie descalzo, para crear grandiosas composiciones.



La voz de esta mujer no tiene una comparación, quizá el aguardentoso sabor que le dejó una psicosis producida por hongos a los 17 años y contra la cual luchó por 9 meses le dotó de un sentir distinto del mundo, el cual transmite en las letras de sus canciones que nos recuerdan la locura que es estar vivo pero sobre todo en las espirituosas interpretaciones de sus temas, los cuales son completamente hechos por ella y en los cuales no teme dar lo que salvo de la locura.

Después de intentar conseguir trabajo y ser rechazada por su aspecto rebelde, se decidió por tomar las calles y hacer música ahí, sobre el asfalto de Melbourne, llevando su guitarra y su equipo en patineta y creando una sólida base de fans que le buscaban en las calles para sumergirse junto con ella e incluso hacerle coro, pero el mundo la conoció gracias a un video que hoy en día tiene más de 12 millones de reproducciones en el cual interpreta "Jungle", el cual se convertiría en su primer éxito y en donde demuestra la calidad interpretativa que posee y que no teme mostrar.




Seguro seguiremos escuchando de esta joven promesa de la guitarra, el bajo, teclado, trompeta.... y otros más, que se conectan a Tash como una extensión de su alma, de aquella que con acordes fue salvada de los malos pasos y ahora se entregan a otros para darnos razones de seguir vivos.


Escrito por: C Squall

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