A
veces, lo único que le pido a mi ciudad es un lugar donde pueda sentarme bajo
la sombra de un árbol. Y ni siquiera eso puede darme. Tal parece que hay un
rechazo o temor a los árboles entre los habitantes de la ciudad que ha hecho
que a lo largo de los años se haya ido exterminando a estas criaturas verdes.
Supongo que las personas ven a estos seres vegetales como peligrosos: “un árbol
puede caerse y aplastar a una persona”, dicen. Y es verdad. Hace un par de años
una rama se desprendió de un eucalipto y cayó sobre un niño de primaria
provocándole la muerte. “Los árboles son muy peligrosos durante las tormentas,
si estás cerca de uno te puede caer un rayo”. Está comprobado que protegerse de
la lluvia bajo un árbol es peligroso, no lo hagan.
Sin embargo, estos peligros pueden evitarse con un poco de precaución, así que creo que el origen del rechazo a los árboles viene de otra parte. Siento que hay una rara idea de que la limpieza y el orden se demuestran cubriendo todo de cemento de tal manera que no haya lugar para la tierra, la hierba ni los árboles. Creo que para muchas personas el cemento es el símbolo del orden y el progreso. En cambio, el árbol es un ente salvaje, representa a la naturaleza que invade nuestros espacios urbanos tratando de acabar con nuestra civilización de concreto. Si acaso se permite la existencia de uno que otro árbol en los espacios públicos, éstos tienen que estar estrictamente controlados, es decir, estrictamente podados. No se debe permitir que los árboles crezcan a lo salvaje y acaben con el paisaje urbano y progresista; la ciudad debe marcar su diferencia con respecto al campo y al monte. Incluso en algunas comunidades rurales ya hay gente que se ha dado a la tarea de cortar los huizaches y los mezquites para recubrir el suelo con cemento. Es la “civilización” abriéndose paso en el mundo.
Mientras la gente cambia su opinión respecto a los árboles, yo seguiré caminando por el comal de asfalto que son las calles de mi ciudad, anhelando la fresca sombra de un mezquite.
_Franco
Sin embargo, estos peligros pueden evitarse con un poco de precaución, así que creo que el origen del rechazo a los árboles viene de otra parte. Siento que hay una rara idea de que la limpieza y el orden se demuestran cubriendo todo de cemento de tal manera que no haya lugar para la tierra, la hierba ni los árboles. Creo que para muchas personas el cemento es el símbolo del orden y el progreso. En cambio, el árbol es un ente salvaje, representa a la naturaleza que invade nuestros espacios urbanos tratando de acabar con nuestra civilización de concreto. Si acaso se permite la existencia de uno que otro árbol en los espacios públicos, éstos tienen que estar estrictamente controlados, es decir, estrictamente podados. No se debe permitir que los árboles crezcan a lo salvaje y acaben con el paisaje urbano y progresista; la ciudad debe marcar su diferencia con respecto al campo y al monte. Incluso en algunas comunidades rurales ya hay gente que se ha dado a la tarea de cortar los huizaches y los mezquites para recubrir el suelo con cemento. Es la “civilización” abriéndose paso en el mundo.
Mientras la gente cambia su opinión respecto a los árboles, yo seguiré caminando por el comal de asfalto que son las calles de mi ciudad, anhelando la fresca sombra de un mezquite.
_Franco
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